Disertación del Señor Presidente sobre la Nobleza en el Exilio
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DISERTACIÓN ANTE LA SOCIEDAD DE GENEALOGIA DE PUERTO RICO PRONUNCIADA POR SIRE RUBÉN ALBERTO DE GAVALDA, PRESIDENTE DEL INSTITUTO HERÁLDICO DE BUENOS AIRES. Año 2010
En la fotografía el Sr. l Prof. Rubén Alberto Gavaldá y Castro, Presidente del I.H.B.A. junto a la Sra. Dra. Norma Feliberti, Presidenta de la Asociación Puertorriqueña de Genealogía en ocasión de la entrega de la certificación concedida en San Juan de Puerto Rico por su disertación sobre la Nobleza en el Exilio. Jueves 11 de febrero de 2010.
Consideraciones generales
La Historia, como
disciplina, se vale de una serie de ciencias conexas o vinculadas como son la Paleografía (que
descifra las escrituras antiguas), la Diplomática (que estudia las cartas, diplomas,
títulos y otros escritos jurídicos), la Epigrafía (que estudia las inscripciones sobre
piedra, metal o madera), la
Sigilografía (que trata lo relativo a los sellos con que se
firmaban los documentos), la
Vexilología (que analiza las banderas y estandartes), la Genealogía (que
investiga el origen y filiación de las familias), la Heráldica (que
interpreta los escudos de armas) y el derecho Nobiliario (que regula el
ejercicio de la Nobleza).
Complementando a
las anteriores, y con igual importancia en lo que respecta al estudio de los
apellidos, se encuentra la llamada ciencia nobiliaria, o Nobiliaria sin más.
Podríamos definirla como la ciencia que estudia la Nobleza y establece los
mecanismos para su adquisición, transmisión, suspensión y pérdida.
La institución de la monarquía llevo siglos de elaboración.
Existió mucho antes del Egipto de los
faraones o de las ciudades-estado de los Sumerios, en donde llega a su
definición el concepto de "civilización", siendo la primera forma de
gobierno creado por el hombre. El contexto social-histórico impulsó la
experiencia política y administrativa, a través del crecimiento de la población
y la migración a otros continentes. Hay
una evolución que abarca la aparición de reinos tribales (naciones), los reinos
teocráticos (con sistemas de esclavitud, patriarcales, y/o absolutistas), hasta
el advenimiento de los estados constitucionales monárquicos.
La fuerza de las sociedades occidentales, produjo generaciones en una lucha constante por los derechos fundamentales de su ciudadanía, además, el desarrollo político-administrativo en ciertas dinastías, han cuestionado las diversas prácticas y han dado forma a la evolución de la realidad como "regla de derecho".
La filosofía teológica y laica impuesta en la Península Ibérica
por los árabes, familiarizados con la cultura greco-bizantina, en donde se
describe la historia de los "iluminados", renovada por el mejor
cristianismo medieval, influyó profundamente sobre las obras de Santo Tomás de
Aquino y del fraile Roger Bacon (un profesor de Oxford, que en 1268 pensaba
revelar el método de aprendizaje de los hispanos llamado "científico",
por el que se establecía un intercambio
de conocimientos entre el razonamiento y la experiencia). Los procedimientos
que se desarrollarían serían la base de toda la ciencia moderna, donde "teoría", "método de la técnica",
"probar y refutar", son parte indispensable de la construcción del
conocimiento.
La Ilustración francesa, desde el siglo XVII, con nombres de
la magnitud de Voltaire, Rousseau, Montesquieu, etc, continúan una línea
evolutiva indisoluble y logran despertar la conciencia de la mayoría de
los monarcas ilustrados por la reestructuración de sus gobiernos. Catherine II de Rusia, Francisco José II de
Austria-Hungría, José II de Portugal, Frederick II de Prusia, entre otros,
comprendieron rápidamente la situación socioeconómica y cultural que había de
venir en la historia de Europa bajo el nombre de " déspotas ilustrados".
La capacidad de cambiar, sin pérdida de autenticidad, es lo que permite la coexistencia de la tradición y la modernidad en el Japón imperial. La Revolución "del siglo XIX interpuso la nipona monarquía al final de la fragmentación política del shogunato, el fomento de las relaciones internacionales, la creación de multinacionales y la adquisición de alta tecnología, la adecuación de la política de descentralización que culminó al final de la 2 ª Guerra Mundial en 1945, cuando el emperador Hirohito renunció a su absolutismo teocrático en frente de sus súbditos, son claros testimonios de su capacidad de adecuación.
En Europa occidental, el escenario de la guerra, la lucha de clases (laboratorio de ideas, movimientos culturales y de reformas), la industrialización, etc. hicieron que el sistema parlamentario sustituya a los gobiernos dinásticos centralizados.
El sistema multipartidista, la tolerancia religiosa, la inversión en la educación, el culto y la moral en los valores éticos, la gestión económica responsable, son algunos de los procedimientos administrativos que permiten a los sobrevivientes de los Estados monárquicos con constitución democrática, seguir su trayectoria en el planeta. El ejemplo de ese fenómeno consistente es Suecia, donde la casa real de "Bernadotte", derivada de la Ilustración y del mismo Napoleón, en su monarca, Carlos Gustavo XI y en su parlamento, promueven la prosperidad económica y de la alta calidad de vida a su gente; siendo un Estado de referencia para la gestión de todo el continente europeo. Se entiende que la forma contemporánea, obligada por las exigencias del nuevo milenio, divide en representantes del Estado (por la familia soberana) y del Gobierno (por el 1er ministro y su gabinete), permitiendo al Jefe de Estado y al Jefe de Gobierno la codirección del país y trabajar en sintonía en favor de la sociedad y los ciudadanos. El derecho no se limita a los actuales Estados monárquicos. En el mundo en la actualidad hay muy pocas monarquías reinantes, habiendo seguramente más Casas ex Reinantes en el exilio.
Pocos países han mantenido intactas sus raíces dinásticas de gobierno, aunque hayan comenzado su historia con la monarquía. Pero el "derecho de nobleza" es de una riqueza extraordinaria, ya que comprende también al representante legal, político y cultural de las "ex-casas reinantes".
Las
antiguas casas monarquías soberanas, hoy ex reinantes están activas y presentes
en y como una dinastía "memorial". Históricamente demostrado a través
de obras científico-docentes, genealógicas, heráldicas, sentencias del poder
judicial, testamentos, decretos, actos oficiales, registros cartográficos, etc.,
el reconocimiento del gobierno hereditario en el exilio, no sólo se establece
en el derecho nobiliario internacional sino también por el dictamen de
tribunales especiales quienes formalizan, ratifican y difunden la preservación
en el tiempo y la geografía como derechos inalienables a un príncipe soberano,
también así lo dicen y establecen las constituciones de algunos países, como
Brasil, que en su Código Civil, por analogía, consagra
los derechos de las -casas ex reinantes como "patrimonio inmaterial"
protegido por las leyes.
Hay muchas dinastías impregnado la historia del mundo. Durante siglos e incluso milenios, fundado estados, planteando civilizaciones ... Ellos estarán ligados para siempre la historia del hombre, las naciones, la política, la cultura de Oriente y Occidente, desde la antigüedad, la Silvios-Giulio-Claudio, Flavio (Roma) - los Ptolomeos (Egipto) - Ducas, Comneno Angelos -- (en Bizancio y Constantinopla) - Osmaniyyeh o Otomano (Turquía) - Hohenstaufen (en Germania y Roma) - Habsburgo (de Austria-Hungría) - Mandchu (China) - Windsor (Inglaterra) - Romanov (Rusia) -- Monteczhuoma-Azteca (México) – Toulouse-Gévaudan, Capeto (en Francia), Osorio (Hispania – España) etc. etc.
Un emperador, rey, príncipe depuesto, ya sea por una revolución, una guerra, un golpe de Estado, asesinato o por otros medios para salvarse a sí mismos y sus descendientes posee el derecho a la "soberanía extraterritorial". Independientemente de la dirección de tener un estado es legal e histórico el hecho de que un príncipe heredero a un trono desaparecido también es un "sujeto de derecho internacional".
Corresponde a los príncipes soberanos depuestos, los títulos de "Jefe de nombre y armas", representante legal y," Gran Maestro "de las órdenes dinásticas de caballería de su Casa y administra los Títulos heráldicos de su nobleza titulada. La ley también le otorga la designación de "Pretendiente", con plenos poderes para su vida y herederos. El Maestro Baroni Santos dice: "Un Jefe de Nombre y de Armas, conserva el derecho de jure sanguinis" (de sangre) por ser heredero "del trono extinto", siempre que no haya pronunciado un acto formal de renuncia a la pretensión o el consentimiento por un nuevo orden político del Estado, conservado en toda su plenitud, más las prerrogativas soberanas de fons honorum (fuente de honor) y ius maiestatis (derecho a la dignidad majestuosa). Siendo la fuente de la nobleza y del honor, pudiendo cruzar caballeros sin restricciones y crear nuevos nobles.
Las prerrogativas de otros soberanos reinantes, como el ius imperii (derecho de comandar las tropas) y del ius gladii (derecho a imponer la obediencia y el orden), "permanecen latentes in pectore et in potentia, hasta que se restaure en el trono de sus antepasados". Ni el tiempo transcurrido, incluso siglos, o la no utilización de los actos de soberanía que se debiera ejercer por el Jefe del nombre y de Armas de una regia Casa en el exilio, se prescribe o se cancela, sino que se conserva como legítimo derecho hasta el final de los tiempos y son propias a la persona del pretendiente.
Es evidente que los príncipes soberanos, despojados de su territorio original, poseen el derecho a ejercer sus reclamaciones perpetuamente para así llegar a restablecer su Gobierno de donde se desprende que los títulos, grados de caballería, leyes, decretos, tratados, acuerdos y otros documentos legalmente expedidos por los Jefes de nombre y las armas de los antiguas casas reinantes, tienen plena validez jurídica, y están garantizadas por su fons honorum y su ius maiestatis.
Sobre el principio de legitimidad (que superó la doctrina y ocupó el puesto ocupado anteriormente por la teoría de derecho divino), debemos tener en cuenta los documentos legales que demuestran la existencia real de un reino, y por lo tanto la estructura de una casa soberana. Una familia dinástica, que ocupó el trono, incluso por horas o días, pertenece a la historia. Por lo tanto, la aparición de una serie de registros o hechos relevantes; pruebas de genealogía, heráldica, etc. constituyen una valiosa herramienta para el apoyo y reconocimiento de las reivindicaciones de un príncipe.
Este punto merece un comentario. Algunas genealogías de casas dinásticas que durante décadas he examinado, como historiador y genealogista experimentado, cometieron algunos errores en las líneas genealógicas-heráldicas. Este hallazgo no disminuye en modo alguno, el derecho jurídico de una dinastía, porque la ciencia como una rama de la historia familiar es una actividad intelectual altamente sofisticada, llena de meandros, constantemente actualizada, que incluye la confrontación permanente de las fuentes antiguas y nuevos, a menudo obsoletas o engañosa en la Edad Media por los monjes copistas o de las intenciones de la inadmisibilidad de escritores "pseudo-expertos". Persiste en el mundo contemporáneo, entre las mentes mal informadas, un sentido común que la "nobleza", mientras que el término "genérico" es algo viejo, obsoleto, el esnobismo, el absolutismo. Se trata de una visión cultural - ideológica deformada que los gobiernos, los políticos y los sectores de la burguesía ultra-radicales impuestas sobre el pueblo y la mentalidad. Sólo el conocimiento, la sensibilidad, la ciencia, el arte y auténtico estudio de la historia pueden disipar las brumas del oscurantismo.
"Las dinastías son producidas por historia y sedimentada por el tiempo, por ello la existencia de las Familias Reales son independientes de los sucesos políticos-institucionales. No hay ley republicana que tenga la condición de deshacer la historia y las tradiciones. Con trono o sin trono oficial las Familias Regias continúan siendo Familias Reales, histórica y socialmente".
(Revista Mundo Monárquico Nro.2, agosto de 1955).
La pérdida del territorio en nada disminuye las facultades soberanas, porque estas son inherentes a la figura física del Soberano, trasmitiéndose "ad perpetuam" a sus descendientes. Por Familia Real se entiende a las unidades familiares constituidas por los descendientes de los Soberanos que reinaran sobre determinado pueblo, en su territorio, en alguna época.
Una orden dinástica o de familia de una casa ex reinante por el jure sanguinis (familias reales ex gobernantes cuyo rango de soberanía fue reconocido internacionalmente por el Congreso de Viena y posteriormente) han mantenido su validez histórica para conceder caballería y nobleza independientemente de la agitación política que haya sufrido. Por tanto, es legalmente considerada legítima sin que sea posible la interferencia de los nuevos Estados sucesores de las antiguas dinastías. Que éstas no sean reconocidas oficialmente por los nuevos gobernantes, no afecta la validez de sus tradiciones y su estado, a los efectos de la caballería y la nobleza. Es la opinión de destacados abogados sobre los ex gobernantes que no abdicaron - cuya posición es diferente de la de meros "pretendientes" - preservan, durante su vida, su calidad de "fons honorum ", incluyendo las grandes maestranzas de sus órdenes, llamadas de la Corona. El estatus internacional de una orden de caballería, de hecho, depende de la cualidad del fons honorum que, tradicionalmente posee la autoridad que lo concede.
(Commissione Internazionale per lo Studio degli Ordini Cavallereschi, Bologna, Italia).
Las Casas no reinantes y un decisivo precedente
Es por todos sabido que existe una generalizada renuencia al reconocimiento del ejercicio de la potestad del fons honorum por parte de las Casas no reinantes, actitud que se torna aún más categórica en aquellos países en los que rige una monarquía.
De esto último, da acabada muestra la propia España, donde parece olvidarse que S. A. R. Don Juan de Borbón y Battenberg, Conde de Barcelona, confirió varias veces la insigne Orden del Toisón de Oro, como su Soberano Gran Maestre[1]. Y que lo mismo ha ocurrido con la rama de la Sacra y Militar Orden Constantiniana de San Jorge que –a pesar de no serlo por el Vaticano[2]- es reconocida por la Casa Real española[3], y cuyo Gran Maestrazgo ejerce S.A.R. Don Carlos de Borbón-Dos Sicilias, Duque de Calabria e Infante de España[4].
No habremos de ocuparnos aquí de los sólidos argumentos que sustentan la conservación ad perpetuitatem de tal atributo por todo princeps natus que ostente la jefatura de una dinastía de descendencia soberana –excepto el caso en que ella haya incurrido en debellatio-, asunto que ha sido materia de esclarecedoras contribuciones de especialistas prestigiosos, a las que remitimos[5].
Este breve aporte se limitará, pues, a la difusión y comentario de un suceso casi desconocido y cuyas peculiarísimas características lo constituyen en un irrebatible antecedente que –según pensamos- sienta jurisprudencia en la materia sub examine.
Un poco de historia
Una muy antigua y conspicua familia principesca italiana es, sin duda, la de Amoroso, descendiente –por ininterrumpida línea de varón- del Emperador Romano de Oriente Miguel II Balbo d´Amorio y a cuyo apellido se añade el predicado d´Aragona[6] por privilegio recibido del monarca aragonés el 11 de junio de 1500[7].
Pertenecen a esa dinastía dos ilustres corporaciones caballerescas: la "Orden Militar y Hospitalaria de Santa María de Belén" y la "Orden Militar y Hospitalaria de San Juan de Acre y Santo Tomás", cuyo Soberano Gran Maestre General fue siempre –por ende- el Jefe de Nombre y Armas de la Casa[8].
Un dato de gran relevancia es que todo ello quedó confirmado por Decreto de fecha 22 de septiembre de 1860 del Rey del Reino de las Dos Sicilias, Francesco II de Borbón, en el que también se le reconoció a su Jefe la potestad de conferir títulos nobiliarios[9]junto a la legitimidad de las citadas órdenes- ha sido luego admitido en numerosos pronunciamientos de tribunales judiciales italianos, por lo tanto de pleno valor jurídico –[10].
Un acontecimiento singular
A fines de 1943, el entonces Jefe de la Casa –S.A.I. Príncipe Don Pietro Amoroso d´Aragona- confirió a S.M. Vittorio Emmanuele III, Rey de Italia, el grado de Gran Collar de Justicia de la Orden de San Juan de Acre y Santo Tomás y lo creó Conde de Elusa, remitiendo al Duque de Acquarone –Jefe de la Casa Real italiana- los documentos y condecoraciones correspondientes, para su entrega al monarca.
La respuesta del nombrado funcionario regio no se hizo esperar, y es la siguiente[11]:
"Le Ministre de la Maison Royale
Brindisi, 19 gennaio 1944[12]
Serenissimo Principe,
Mi sono fatto premura di presentare à Sua Maestà il Re, a seguito del precedente Augusto gradimento comunicato Le con la mia del 28 decembro[13] scorso, n. 277 di Prov/Ug il Brevetto e le insegne di Gran Collare di Giustizia del´Ordine Militare e Ospitaliero di S. Giovanni d´Acri e S. Tommaso, nonché le Magistrali Lettere Patenti con le quali V. A. S. quale venerato Gran Maestro dello storico e plurisecolare Ordine Cavalleresco, ha voluto insignirlo del titolo trasmisibile di Conte di Elusa, e che a tale scopo mi ha trasmessi.
S. M. il Re m´incarica di ringraziare Lei, Serenissimo Principe, per l´alta onorificenza e per la nomina comitale inviate, che l´Augusto Sovrano ha molto gradito ed apprezzato, e con Lei tutti gli insigniti della vetusta Milizia Cavalleresca che in sette secoli di esistenza ha scritto pagine gloriose di eroismo e di carità, e per i sentimenti di devozione spressi a Lui e alla sua Reale Famiglia, e dei quali Ella si è reso cosi nobile e fedele interprete, e per il contributo altamente significativo che sotto la Sua guida e il Suo Comando essi hanno finora dato e che seppiù daranno, nel Centro clandestino "Orbets" con i Cavalieri Betlemiti, all´aspra lotta di liberazione nazionale.
Nel compiere l´Augusto Sovrano volere, Le porgo, Serenissimo Principe, i sensi della mia più alta considerazione.
Il Ministro della Reale Casa
Acquarone
(Sigilo del Ministro della Casa di S. M.)"
Corolario
Previo a todo intento de extraer conclusiones de la nota precedentemente leída, corresponde destacar algunas notables circunstancias del caso, a saber:
a) El príncipe otorgante del grado caballeresco y del título nobiliario era el jefe de una dinastía que ya no reinaba en ámbito geográfico alguno.
b) Tales derechos le habían sido confirmados y reconocidos a sus antecesores por un rey de una monarquía extinta casi noventa años antes[14].
c) El destinatario de tales honores era nada menos que un monarca entonces reinante y en efectivo y pleno ejercicio de sus poderes soberanos[15].
d) El territorio sometido a su imperium comprendía aquel que había estado bajo el dominio, precisamente, de quien dictó el real decreto de confirmación y reconocimiento del ius honorum de la dinastía concedente.
Acerca del significado que posee la aceptación por parte del Rey Vittorio Emmanuel III –hecha con claras manifestaciones de aprecio, complacencia y gratitud- de los honores conferidos a su persona, es sencillo inferir –acorde a los principios de la lógica formal- que entraña el reconocimiento de la incuestionable potestad de la Casa Amoriense para otorgarlos.
Debe observarse, a propósito, que son los soberanos –precisamente- quienes proceden con mayor rigor en esta materia, considerando como un agravio de lesa majestad cualquier acto de similar contenido que emane de familias o personas sin legítimas prerrogativas para hacerlo.
Por todo lo expuesto, sólo una evidente conclusión se impone: los Jefes de las Casas de descendencia soberana que no hayan incurrido en debellatio, conservan por siempre el ejercicio de la potestad del fons honorum, con absoluta prescindencia de posesión territorial alguna.
Y en virtud de ello –como queda demostrado- pueden honrar con grados caballerescos y títulos de nobleza hasta a los propios monarcas reinantes.
Sobre los Títulos de Pretensión y de Espera
Se han calificado determinados títulos nobiliarios, sobre todo de los jefes de las casas reales extintas, con esa expresión títulos de pretensión, no siendo correcta. Así, se ha explicado que el heredero de la rama de los Orleáns de Francia utiliza el título de pretensión de conde de París; al igual que tras la renuncia a sus derechos a la sucesión, el infante don Alfonso de Borbón, , hijo primogénito de Alfonso XIII, utilizó el título de pretensión de conde de Covadonga; del mismo modo que se ha expresado que el hermano del anterior, el infante don Jaime, usó tras su renuncia a sus derechos dinásticos a la corona de España el título de pretensión de duque de Segovia; y recientemente, al hablar sobre el conde de Saint Germain, heredero del principado de Transilvania.
Son títulos de pretensión aquellos que utilizan los soberanos, relativos a territorios que ya no se encuentran dentro del territorio en el que ejercen su propia soberanía al haber sido desposeída la dinastía del ejercicio del poder en aquella zona. Se propone el ejemplo en don Juan Carlos, el rey de España, que mantiene el título de pretensión de duque de Borgoña toda vez que es sucesor de los derechos de los que fueran duques soberanos de aquella nación independiente. O el título de pretensión de duque de Milán que también ostenta el soberano como heredero de los derechos a aquel lugar. O el título de pretensión de rey de Jerusalén que también posee el rey de España. Es decir, el título de pretensión es el ostenta un soberano en demanda de sus derechos perdidos a la soberanía de un territorio.
Por el contrario, las expresiones título de espera o título de memoria, hacen referencia al que utiliza un soberano o un príncipe heredero mientras no ostenta el ejercicio del poder, bien por haber mudado la forma institucional del estado, bien por haber visto ocupado el trono por otra rama dinástica. Este título de pretensión se mantendrá hasta la rehabilitación de la forma monárquica en la nación o hasta la expulsión de la rama dinástica usurpante. Así, el título de espera del almirante don Juan de Borbón fue el de conde de Barcelona; el título de espera del jefe de la rama de Orleáns es el de conde de París; el título de espera del dinasta don Carlos, séptimo de la numeración carlista, fue el de duque de Madrid; y el título de los reyes de Dos Sicilias en el exilio es el de duque de Calabria.
Por último, se significa que el título de incógnito es el que utilizan los monarcas efectivamente reinantes para pasar inadvertidos, para mantener el anonimato, por cualquier circunstancia que así lo aconseje. Es el caso del título de incógnito de duque de Toledo que usó el rey Alfonso XIII como propietario de una yeguada de competición.